El difunto Alan York, un pionero de la agricultura natural en California, ha sido nuestro mentor en este camino. Él nos enseñó que las uvas no son producto solamente de la viña, si no se las complejas interacciones que esta mantiene con el entorno, y que su calidad es la expresión del ecosistema del cual provienen. La salud y equilibrio del entorno, su biodiversidad, determinarán la calidad de la fruta y en última instancia, del vino.

Un viñedo debería ser pensado como un individuo, como un conjunto integrado por sus plantas, animales, hongos, y el viticultor debe ser consciente de este complejo y maravilloso sistema y fomentar su salud. Puede parecer una tarea intimidante, pero las antiguas tradiciones y un estudio dedicado, junto con la práctica diaria, proveen los lineamientos para aprender y progresar en este camino. Alan decía que un viñedo necesita de un abordaje que tome en cuenta su equilibrio completo, desde su ubicación, la flora que lo rodea, el desarrollo de sus raíces, el agua, el sol y el viento. El valor de la vida en el suelo es una de nuestras creencias más firmes.

Los cimientos de un buen vino se encuentran en un suelo saludable, con todo tipo de especies y vida en él, desde micro fauna a micorriza, para crear un ciclo de fertilidad basado en compost de producción propia, que no dependa de aportes externos. Este es el pilar de nuestros métodos agrícolas, con el uso de preparados naturales y evitando los productos de síntesis (especialmente los herbicidas), los verdaderos enemigos del Terroir y la calidad.